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Qué puedes hacer para mejorar tus relaciones laborales y desarrollar tu liderazgo

Que el líder en una empresa no es una posición que venga con un cargo es una de esas certezas que solo se experimentan estando en situación. El operario carismático que se gana a iguales y superiores es tan líder como aquel jefe al que todos sus empleados recuerdan como un buen tipo y muy eficaz. Entonces, ¿qué tienen en común? ¿Qué puedes hacer tú para mejorar tus relaciones laborales o desarrollar tu liderazgo y ser como ellos?

Podrías empezar por modular tu voz. Habla firme y serenamente cuando necesites recalcar seguridad acerca de un anuncio o comunicado, baja un poco el tono de voz cuando tu interlocutor se muestre con el ánimo acelerado, usa micropausas que recalquen ideas importantes.

Eso llevará a perfeccionar tu vocabulario tarde o temprano. Y suena complicado, pero en realidad es tan sencillo como responder y transmitir lo justo y necesario en todo momento. Las frases cortas y concisas ahorran tiempo, clarifican qué queremos decir, incitan a los interlocutores a saber más si realmente lo necesitan y, sobre todo, ayudan enormemente a ahorrarnos las muletillas, los “erm…” y los “estoooo…”

Recuerda qué proyecta tu lenguaje corporal. Destacar una idea con un gesto de manos que la englobe o lleve en una dirección facilitará el entendimiento de un mensaje, pero ten presente que hay mucho más. Escucha en una posición de brazos abiertos y manos visibles para abrirte a aquello que quieran decirte, considera el contacto físico según el entorno cultural en el que te encuentres, yergue la espalda sin tensarte para afrontar mejor cualquier situación (lo que te ayudará a caminar más confiadamente) y saluda siempre con una sonrisa aunque estés lejos de quien la reciba. Es más: hazlo por ti antes que por los demás.
Sin embargo, las sutilezas de nuestros gestos pueden traicionarnos. Haz una lista con tus tics y trata de eliminarlos (¿mueves tus anillos hablando? ¿Te muerdes los labios en las esperas? ¿Te rascas con las preguntas incómodas?). Una persona sin dejes incómodos transmite un mensaje más claro.

Hay dos maneras de asegurarse el éxito a la hora de acometer esa lista: la primera pasa por prestar atención en tu interlocutor. El contacto visual es una herramienta poderosa que hace entender a quien nos habla que estamos escuchando, pero también ayuda a dejar de estar excesivamente pendientes de nosotros mismos, facilitando ser naturales pero dedicados a la conversación.

La segunda es algo tan sencillo como establecer algunas rutinas para mantener cuidado nuestro aspecto. Por ejemplo: si acostumbramos a revisar cómo lucimos antes de entrar a una reunión o tras las comidas, solo perderemos unos segundos a lo largo del día en reafirmar que, efectivamente, estamos listos y preparados para cualquier interacción, lo que nos tranquilizará cualquier tic relacionado con inseguridades acerca de nuestra presencia.

Muchos dirían que todo esto no es otra cosa que ser una persona ordenada y amable, incluso metódica, y estarían en lo cierto. Quizá los mejores líderes, independientemente de su posición, fomenten esos rasgos. Pero ninguna de esas características está lejos del alcance de nadie y es bueno recordarnos de tanto en cuando, en el fragor de nuestras vidas empresariales, aquello que dicen los ingleses que “un poco de simpatía y buen hacer lleva a cualquier lugar”.

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