Arquetipos y estilos de liderazgo

 

Para mal o para bien, pensamos en nuestro entorno en líneas generales. No importa cuánto nos empeñemos en detallar algo, lo primero que nos viene a la mente, lo primero que decimos, es la idea de base sobre la que luego, si acaso, cincelamos los detalles.
Por si aún quedara alguna duda, basta con tratar de responder en voz alta la siguiente pregunta: ¿qué clase de líder eres?
Da igual si la respuesta parte de un “soy de los buenos”, “uno muy estricto”, “un perfeccionista” o “no me gusta que me llamen líder, llámame colega”. Lo único que podemos hacer a partir de cualquiera de esa frase —incluso la que hayas expresado—, es entrar en detalles.

Pero, ¡cuidado! ¡No hay nada de malo en ello! Significa, simplemente, que nos vemos ajustados a un arquetipo. Y los arquetipos son líneas generales que cada uno se encarga de personalizar. Y estos son los más comunes:
En primer lugar, y solo porque suelen ser aquellos que más destacan en el grupo aunque nadie conozca su función, encontramos los líderes carismáticos. Son aquellas personas que parecen haber sido sacadas del molde de la humildad y el sentido de la justicia, trabajadores capaces de motivar por el mero hecho de destilar pasión por su labor. Esa tendencia a demostrar mediante hechos espolea actitudes positivas en su entorno, facilitándoles tareas de cohesión y compromiso a lo largo y ancho del organigrama. No solo eso: con la implicación y cuidado de la colaboración que generan, los líderes carismáticos suelen ser capaces de empujar una y otra vez sus límites y los de los demás.

Sin embargo, la potencia, sin control, no sirve de nada, y pueden derrochar energía, dispersándose entre diferentes áreas funcionales de un proyecto, abarcando más que apretando y dejándolos en una posición de aparente ineficiencia. Además, esa insistencia en hacer amigos y ayudar puede ser explotada por otros para conseguir que los líderes carismáticos lleven a cabo más tareas de las que deberían.
Por otro lado, los líderes especialistas son aquellos que, aunque también son apasionados, invierten toda su capacidad intelectual en un campo en concreto. Eso supone una inversión tremenda de tiempo en un área muy concreta de conocimiento, lo que les convierte en piezas fundamentales cuando hablamos de cualquier asunto que roce su área. Son casi infalibles en su dominio y para ellos estar a la última es su objetivo natural.

Desgraciadamente, esa tendencia a focalizar sus recursos en una temática particular les convierte en personal muy técnico. No es que no vean más allá de su área, pero su implicación constante puede constreñir sus capacidades comunicativas. A sabiendas de eso, es posible que un líder especialista sea alguien individualista y limite el acceso a su área de trabajo a los demás.

La contrapartida, probablemente, sean los líderes expertos; los que muchos llaman gurús. Personas con dominio absoluto en lo que respecta a la totalidad de un proyecto, servicio o producto, y que lo llevan tan interiorizado que su gestión y creación de estrategias son impecables. De hecho, es ese conocimiento íntimo del trabajo el que los hace eficientes natos, puesto que son capaces de diversificarse y ayudar desde casi cualquier punto de vista.
Aunque todo tiene un precio: los líderes expertos pueden ser como el perro del hortelano, costándoles delegar a pesar de verse enterrados en tareas y buscando microgestionar hasta el último movimiento que otros hagan. Si la confianza no está bien trabada, esa obsesión por la perfección puede llevarles a dispersarse y embrutecer el funcionamiento organizativo.

Por último tenemos a los líderes astutos. Personas con un agudo don de gentes y negociadoras natas capaces de decantar cualquier pacto y conflicto a su favor. Gestores que conocen el poder de la palabra y lo usan activamente para conseguir resultados favorables, a corto o largo plazo, para ellos y su proyecto. Entre esas ganancias se cuenta una multitud de contactos hechos con aparente facilidad y gestados con un uso inteligentísimo de las sinergias personales y profesionales.

Hemos dicho que los líderes caracterizados por la astucia buscan resultados positivos para ellos y sus proyectos. Que antepongamos la persona al trabajo no es una coincidencia. Cuando alguien es capaz de manipular un discurso —positiva o negativamente—, y especialmente cuando se es consciente de que el interlocutor tiene esa maña adquirida y cultivada, aparecen las suspicacias. Y es que estos líderes son conscientes de que en cualquier interrelación comercial y profesional, la imagen es un elemento clave y fundamental, que a menudo resulta ser lo único que los demás ven de ellos. Así, aunque no sean egoístas, otros pueden tener la sensación contraria, haciendo de sus relaciones profesionales y personales un rompecabezas para cualquiera que no sea ellos.

Y ahora que conoces los cuatro arquetipos de líder,¿qué clase de líder eres?

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